Cuando en nombre de la austeridad se están realizando
tantos disparates contra los funcionarios, como si fuesen los culpables de
todo, había momentos en iba a descargar mi indignación pero al final me decía
¡Qué más da! ¡Es tan popular la caza del funcionario!
Pero es cierto que indigna ver que a todos nos meten en
el mismo saco: a un médico, profesor, bombero o policía con alguno de esos que
no se sabe en que despacho trabaja, sin contar con los puestos a dedo en todas
las administraciones.
Como ha llegado a mis manos un artículo editorial del
Jueves, les sugiero que lo lean hasta el final, y seguramente se harán otra
idea de los funcionarios.
Los
funcionarios son esos señores y señoras que un buen día aprobaron una oposición
en busca de un empleo estable. Su sueldo era seguro, pero escasito. Es más,
cuando estalló ese tsunami de falsa prosperidad y este país se llenó de nuevos
ricos, su sueldo, en comparación, era claramente una puta mierda. No obstante,
la gran ventaja que tenían (esto lo valoran ahora) era que nadie se metía con
ellos: en todo caso, si alguien les señalaba, era para compadecerse de su
pobreza.
-Mira ese
pringao: veinte años en la administración, y gana al mes la cuarta parte de lo
que yo saco en mi
empresa sólo en
horas extras.
Pero un
día la crisis estalló y España, que estaba a punto de adelantar a
Francia,
según ZP, luego de haber pasado a Italia, empezó a irse al carajo. Resulta que
la economía de este país se había basado casi única y exclusivamente en una
burbuja inmobiliaria que nadie quiso pinchar a tiempo, y, cuando explotó, lanzó
de golpe contra las oficinas del INEM a tres millones de parados. La
recaudación fiscal cayó en picado y, como al mismo tiempo aquí se había
despilfarrado en obras absurdas lo que no está escrito, corrupciones aparte, la
deuda y el déficit se dispararon, se empezó a hablar de quiebra y el gentío
volvió la cabeza hacia los culpables de tanta ruina: los jodidos funcionarios,
que cada mes se llevan a casa su sueldo calentito, un sueldo que ahora, en
comparación con tanto "nimileurista" como hay, es muy apetecible.
"¡Es
que la partida destinada al pago de las nóminas de los empleados públicos no
deja de crecer!", protesta el gentío. Y lleva razón: tanto en la Administración
Central , como en la Autonómica y la Local , cada día hay más gente colocada a
dedo y más asesores. Los funcionarios de carrera, o sea, por oposición, no
crecen porque sus bajas ya no se cubren, pero cada vez hay más enchufados.
Los
gobernantes lo tienen muy fácil a la hora de estrangular a los funcionarios: el
gentío ha sentenciado que hay que ir a por ellos. El gentío
no
distingue entre el burócrata que no da un palo al agua en su negociado (¿para
qué estará la inspección, oyes?) y el médico que no da abasto en urgencias, y
los dos son funcionarios. Por eso los empleados públicos lo van a pasar
francamente mal en lo que queda de crisis. ¡Les van a recortar hasta la
calderilla!
-A ver,
usted que tenía diez trienios, a veinte euros el trienio, va a pasar a tener
cinco, a diez euros la unidad.
-¿Lo qué?
-Es que
Bruselas nos ha dicho que a partir de ahora cada trienio tenga seis años. ¡Todo
sea por rebajar el déficit, hombre, no ponga esa cara!
Si por el
gentío fuera, incluso habría que fusilar a muchos funcionarios al amanecer, así
nos ahorraríamos hasta sus futuras pensiones. Pero tampoco hay que pasarse. A
no ser que el déficit se resista, claro.
Editorial
publicado en "El Jueves" del 21 de Marzo de 2012.